
Él sabia que vivir en la frontera no era simple, había que ser fuerte para poder sobrevivir en un lugar como ese. Quizás el agresivo territorio les imponía cierto salvajismo a los pobladores, impidiendo que cualquiera pudiera convertirse en un ciudadano mas, perdido entre el cemento de aquellas ciudades. Aquella frontera no solo era la división entre el norte y el sur, ricos y pobres, sino el margen entre dos visiones del mundo, la separación entre ellos y “Walmartvisión”, que para su comodidad cada día encontraban una mas cerca de sus hogares. Una supuesta división, con muro pero permeable, que separa a medias y también hibrida, exponente de los ideales de globalización al igual que exacerbada defensora del nacionalismo. Una zona que reúne a migrantes, traficantes, comerciantes, jubilados, los ricos del norte que quieren ser más ricos, los del sur que después de siglos gustan de seguir clavando sus uñas, turistas pobres que iban dispuestos a gastar sus pocos dólares para hacer lo que no podían y los nadie, miles y miles, dispuestos a hacer de todo para tratar de ya no serlo. En ciudades como esas la incertidumbre se había convertido en algo cotidiano, donde encontrar cadáveres por ajustes de cuentas, acribillados, cabezas en zonas comerciales y bandas de pornografía infantil que operan en la calle de atrás, era cosa de toso los días.
La violencia acosadora los intimidaba. El continuo desgaste los dejaba imposibilitados para defenderse de la improvisación multicultural, que les impedía organizarse, demasiados prejuicios, inseguridades y desconfianzas para hacerlo. Humanos en un exilio forzado, con hambre y necesidad de supervivencia, sin mas arma que acomodarse lo mejor posible en el asiento de la unidad y subir el volumen, evitando mirar por la ventanilla, no había necesidad de observar la balacera a menos que se estuviera en medio de ella, ¿Para que?, Si no se puede hacer nada, si para la NoJusticia se es menos que un mirón, nadie con capacidad de exigir algo. Debían conformarse con un, ― Al menos te dejaron vivo― o ― Calladito, que sino también se lo chingan―. No tenían mas que ser banales, soberbios, indiferentes, conservadores y un tanto voyeros. Había que serlo, requisito indispensable para soportar, actitud similar a la tomada por los animales en peligro.
La violencia acosadora los intimidaba. El continuo desgaste los dejaba imposibilitados para defenderse de la improvisación multicultural, que les impedía organizarse, demasiados prejuicios, inseguridades y desconfianzas para hacerlo. Humanos en un exilio forzado, con hambre y necesidad de supervivencia, sin mas arma que acomodarse lo mejor posible en el asiento de la unidad y subir el volumen, evitando mirar por la ventanilla, no había necesidad de observar la balacera a menos que se estuviera en medio de ella, ¿Para que?, Si no se puede hacer nada, si para la NoJusticia se es menos que un mirón, nadie con capacidad de exigir algo. Debían conformarse con un, ― Al menos te dejaron vivo― o ― Calladito, que sino también se lo chingan―. No tenían mas que ser banales, soberbios, indiferentes, conservadores y un tanto voyeros. Había que serlo, requisito indispensable para soportar, actitud similar a la tomada por los animales en peligro.
Acostado en el sillón, veía el cuerpo de Gabi en su cama. En realidad poseía una belleza que podía pasar desapercibida ante las hambrientas miradas, pero a mayor detenimiento, su personalidad definida de naturaleza simple, siempre congruente con su deseos, sin culpa aparente, la hacia en su entorno una mujer atrayente, jamás perseguía pretensión alguna, Atari nunca noto algún deseo de protagonismo en su persona, solo una marcada carga a mantenerse siempre consistente, elemento poco generalizado en el mundo, que ante el continuo cambio de deseos y motivación le otorgaba cierta calidad moral, si bien no para juzgar al menos para ser imparcial en su persona. Le daba rabia el solo pensar que esa mujer que hacia lo posible para mantenerse integra muy en contra de las tendencias, hubiera sido obligada a punta de pistola a romperse y mostrar su fragilidad, al punto de llegar a las lagrimas, a ella jamás le había gustado llorar, mucho menos en publico y lo había hecho solo por que alguien omitió cualquier tipo de respeto hacia su persona. Le nació un deseo de poder vivir, no solo por el, sino por ella, para encargarse que ningún pendejo tuviera oportunidad de obligarla a hacer algo que le desagrada.






















